fbpx

Mente Positiva

Parábola del cocinero Ting

Ting, el cocinero, separaba la carne de los huesos de un buey para el señor Wen Hui. Sus manos danzaban mientras sus hombros se giraban con el avanzar de su pie y el doblar de su rodilla. Con un suave ¡chass, chass! la hoja del cuchi­ llo cantaba siguiendo la dirección del cocinero sin perder una sola nota. Ting y su hoja se movían como si estuvieran danzando «El moreral» o dirigieran el «Ching-shou» con una orquesta.

El señor Wen Hui exclamó:

—¡Qué alegría da! Es maravilloso ver hacer un oficio tan sencillo con tanta maestría, ¿no es cierto?

Ting dejó el cuchillo sobre la mesa.

—Todo cuanto me importa es el Camino. Lo encuentro mientras hago mi oficio, eso es todo. Cuando destacé una res por primera vez, lo único que veía era la carne del buey. Tardé tres años en poder ver al buey como un todo. Ahora lo corto con toda mi alma y no pienso sólo en lo que ven

mis ojos. Siento y sé cuándo debo detenerme, me dejo guiar por mi espíritu, que sigue las curvas naturales revelando las grandes cavidades, guiando la hoja por los intersticios, siguiendo la estructura del buey, pero sin tocar las arterias principales ni los tendones y ligamentos, y menos aún los huesos.

»Un buen cocinero necesita afilar su cuchillo una vez al año. Trocea con destreza. En cambio un cocinero torpe lo afila cada mes. Corta la carne a golpes. He usado este cuchi­llo durante diecinueve años y he destazado miles de bueyes. Pero el cuchillo sigue tan afilado como la primera vez que se separó de la piedra de afilar. Entre las articulaciones hay espacios y la hoja carece de grosor. Al no ser gruesa y pasar por ellos, puede moverse libremente donde desee: tiene todo el espacio que quiera para moverse. Así que, después de diecinueve años, mi cuchillo sigue tan afilado como el primer día.

»No obstante, hay algunas partes difíciles, y cuando las veo venir, mi corazón les ofrece mis más profundos respe­tos y me detengo para observarlas atentamente. Me pongo después a trabajar pausadamente, moviendo el cuchillo cada vez con más delicadeza hasta que, ¡kerplop!, la carne se desprende como un terrón de tierra al desmoronarse. Entonces retiro el cuchillo y evalúo mi labor, hasta estar totalmente satisfecho con ella. Después lo limpio y lo guar­ do cuidadosamente.

El señor Wen Hui dijo:

—¡Qué bien! Ting, el cocinero, me ha mostrado el Camino para sustentar mi propia vida.

Más Materiales

Todos
Blog
Charlas
Videos
Libros
Contenidos

Últimas actualizaciones

Charla TED “Respeta tu vida y encuentra un propósito”
Charla TED “Canaliza tu energía y termina tus proyectos”
Charla TED “Cómo ser una emprendedora feliz”
Video del enfermero compasivo
Video Miguel Camera "El efecto Pigmalion"